Bauhaus_Edificio Principal

Llegamos a Dessau una fría mañana de Marzo, con un mar de emociones a flor de piel.  La Bauhaus siempre me pareció un panteón de dioses griegos, tan perfectos e imperfectos al mismo tiempo, como la esencia misma de la arquitectura moderna, a la que es tan fácil amar como odiar y a la que es irremediable admirar así sea tan solo por su estética.   Afortunadamente suelo viajar con personas que ya saben mi debilidad por la comida y los edificios, así que no se extrañan cuando salgo corriendo señalando cosas o hablo sola pasando la mano, siempre respetuosamente, por muros de todo tipo. Pero la Bauhaus sacó lo peor de mí, fue una posesión de la línea, el punto y el plano llevada al máximo esplendor. En el momento en el que vi los volúmenes superpuestos ligeramente unos sobre otros en blanco y negro rotundos, llenos de grandes…

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