El Ajiaco para aquellos de nosotros que crecimos en Colombia es sinónimo de casa, de mamá o de abuela, de niñez. Es una deliciosa preparación (me niego a llamarle simplemente sopa) a base de cebolla larga, ajo, mazorca, pollo y tres diferentes tipos de papa. Acompañado de arroz blanco y aguacate es una de las comidas más típicas de Bogotá y sus alrededores, sobre todo por el hecho de que se sirve hirviendo y por estos lares el frío es considerable, una mezcla perfecta de sabor y conveniencia.
Dulces típicos en La Antigua Santa Fé.
Considerando que el mejor ajiaco que he probado en mi vida es el que prepara mi madre, lo tomo como ejemplo y vara para medir la calidad de todos los ajiacos que pruebo. Teniendo esto en cuenta, La Antigua Santafé, un pequeño restaurante que queda oculto en la órbita del ultra famoso y antiquísimo La Puerta Falsa,tiene el honor de llevarse el segundo puesto en cuanto a ajiacos memorables. Lo recomiendo por su espesura, porque elegir las papas para un buen ajiaco es un arte y aquí lo manejan a la perfección, porque el pollo no está seco y el aguacate es del día (factores que diferencian un buen ajiaco, de una mera sopa de papa).
El truco está en ir al centro de Bogotá, desayunar en la Puerta Falsa cualquiera de sus famosos desayunos, recorrer La Candelaria (centro histórico) y rematar la tarde comiendo aquí, en Antigua Santafé. Sin olvidar las vitrinas llenas de dulces típicos que hay por toda la calle, incluyendo las deliciosas brevas con arequipe, que no son más que higos con dulce de leche y los rollitos de bocadillo (dulce de guayaba) también con arequipe. Es imposible perderse, están a dos puertas de distancia a un costado de la catedral primada. De hecho no existe un plan más tradicional o como dicen aquí, mas cachaco (espécimen de habitante nativo de la sabana de Bogotá) que este.
La Antigua Santa Fé.
Así que con el conocimiento de los entendidos puedo decir, que este Ajiaco, pretenciosamente llamado el mejor ajiaco del mundo, lo será para muchos. Pero yo ya tengo el de mi madre.
Juana es arquitecta, colombiana. Cree en la constante búsqueda estética de lo que le rodea, cree en la observancia del entorno como forma de entender la arquitectura y la ciudad y el mundo, cree en los viajeros irreverentes detractores de convencionalismos y es partidaria de la iconoclastia. Cree en hablar cuántas lenguas quepan en la cabeza, cree en escribir y leer como método liberador. Cree en la curiosidad y la creatividad y en nunca dejar de aprender.
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