Santa María del Naranco

Es socialmente aceptado decir que viajamos a través de los sentidos, pero el 80% de mis viajes los vivo a través de mi estómago, un cicerone tirano que me lleva a planear un viaje siempre desde el aspecto gastronómico. Así que planeo al milímetro donde comer, y lo demás me gusta descubrirlo poco a poco, como por accidente con muy pocas ideas preconcebidas en la medida de lo posible. Excepto en Oviedo. En esta ciudad la comida quedó relegada a un segundo plano para darle el más absoluto protagonismo a las faldas del monte Naranco y sus joyas arquitectónicas particulares, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Edificios que tuve el placer de conocer en la facultad de arquitectura, pero a los que ninguna descripción, análisis o foto les hacen la más mínima justicia. La magia de estos monumentos no solo radica en su antigüedad, sino también en la…

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