La Ribadavia de Herminia

El día despuntaba gris y por lo que vimos así se quedó. Era de esperar, un viaje por carretera (y por cualquier medio de transporte) a estas alturas del año en Galicia suele estar envuelto en una persistente cortina de niebla, persistente pero no eterna. De hecho es tal vez una de las cosas que más me gusta de viajar en coche por las carreteras gallegas en invierno, la niebla suele correrse como una cortina dejando entrar cálidos rayos de sol que cambian el paisaje abruptamente. Y ese día fue así. Hasta que llegamos a Ribadavia y la encontramos envuelta en una nube que fue disipándose a medida que avanzaba el día. Al contrario de lo que se podría pensar de un viaje tan gris, Rivadavia parecía hecha para ser vista así, con una luz pálida. Una luz que matiza las sombras y permite ver con más claridad todo aquello…

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