La Ribadavia de Herminia y los dulces judíos

La Ribadavia de Herminia y los dulces judíos

El día despuntaba gris y por lo que vimos así se quedó. Era de esperar, un viaje por carretera (y por cualquier medio de transporte) a estas alturas del año en Galicia suele estar envuelto en una persistente cortina de niebla, persistente pero no eterna. De hecho es tal vez una de las cosas que más me gusta de viajar en coche por las carreteras gallegas en invierno, la niebla suele correrse como una cortina dejando entrar cálidos rayos de sol que cambian el paisaje abruptamente.

Y ese día fue así. Hasta que llegamos a Ribadavia y la encontramos envuelta en una nube que fue disipándose a medida que avanzaba el día. Al contrario de lo que se podría pensar de un viaje tan gris, Rivadavia parecía hecha para ser vista así, con una luz pálida. Una luz que matiza las sombras y permite ver con más claridad todo aquello que esconde esta ciudad en la ribera del Avia.

Entre calle estrechas propias de un trama urbana medieval, casas apretujadas, puertas a alturas incomprensibles y manzanas compactas de las que sobresalen casas con ventanas y galerías que buscan el sol, encontramos una variedad de capillas, de románicas a barrocas que aparecen como descansos en la estrechez de las calles y que abren pequeñas y agradables plazuelas, soportales y miradores que ofrecen un paseo agradable lleno de sorpresas. Y una de esas sorpresas se presentó en la forma de una casa en esquina con una hermosa galería verde y una Tahona (tafona) llena de dulces judíos llevada por un torbellino de mujer. [space_20]

Ribadavia y los dulces judíos de Herminia
Doña Herminia lleva más de 20 años despachando lo que ella llama “dulces judíos”

[space_20]La vida de Herminia es su horno y hornear, sostiene que esta es su vida y le hace feliz, sostiene que descansa tres días… al año y todos aquellos que hemos tenido el placer de conocerla sostenemos que es un tesoro personificado en una entrañable y perspicaz señora gallega. Y toda esta maravilla empezó, como no, en la Festa da Istoria de Ribadavia cuando se le encargó darle un poco de vidilla a una presentación de música sefardí. Haciendo honor a la histórica judería que ostenta Ribadavia, empezó a preparar lo que ella llamó hace 20 años “dulces judíos”. Tal fue el éxito, que le empezaron a llover libros de recetas judíos de todo el mundo y así, en un envidiable ejercicio de globalización, nació la Tahona de Herminia, que ya es toda una leyenda en Galicia, pero aún más entre los círculos sefardíes del mundo.

Y entre dulces de nombre impronunciables, explicados con mimo y muchas risas salimos de la casa de la Rúa Porta Nova de Arriba cargados de Mamules, Bocadiños de Dátiles, Kupferlin, masiñas de mapoulas y los absolutamente increíbles (y dada la calidad de todos y cada uno de los dulces ya se imaginarán) Mostachudos, cuyo sabor mi paladar jamás olvidará.

Definitivamente Ribadavia es un lugar que hay que conocer, con gente con la que hay que hablar y muchos edificios y calles para visitar.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.